miércoles, 24 de febrero de 2010

212


EL ACCIDENTE MACABRO

-Acabo de matar a mi marido -sollozó Cynthia Freem junto al cuerpo del hombre fornido que yacía en la nieve.
-¿Cómo ocurrió? -preguntó el inspector Ford, sin andarse por las ramas.
-Estábamos cazando. A Quincy le gustaba cazar, igual que a mí. Nos separamos momentáneamente. Vi moverse los arbustos. Creo que imaginé que se trataba de una marmota. Disparé. Era demasiado tarde. Al quitarle el pellejo, comprendí que estábamos casados.
-Hmmm - murmuró el inspector Ford, observando las pisadas en la nieve-. Debe ser usted muy buena tiradora. Le acertó justo entre las cejas.
-Oh, no, tuve suerte. Realmente soy una aficionada en este tipo de cosas.
-Ya veo.
El inspector Ford examinó lo que llevaba el muerto. En el bolsillo llevaba un string, así como una manzana de 1904 e instrucciones sobre lo que debe hacerse en caso de despertar al lado de un armenio.
-Señora Freem, ¿ha sido éste el primer accidente de caza de su marido?
-El primero fatal, sí. Aunque una vez, en las Montañas Rocosas del Canadá, un águila se le llevó el certificado de nacimiento.
-¿Su marido llevaba siempre bisoñé?
-No realmente. Solía llevarlo encima y lo sacaba si le contradecían en una discusión. ¿Por qué?
-Parece un tipo excéntrico.
-Lo era.
-¿Es por eso que usted le asesinó?

¿Cómo descubrió el inspector Ford que no había sido un accidente?

Un cazador de experiencia como Quincy Freem jamás habría salido a cazar ciervos en ropa interior. En realidad la señora Freem le había apaleado hasta matarle cuando estaba jugando a hacer manitas, e intentó luego simular un accidente de caza arrastrando su cuerpo hasta el bosque y dejando junto a él un ejemplar de Caza y fauna. Con las prisas se olvidó de vestirle. El porqué el difunto estaba jugando a hacer manitas en ropa interior permanece en el misterio.

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