lunes, 8 de febrero de 2010

Crónica de un viaje a Barna

AVISO: Ciertos sucesos narrados a continuación pueden no corresponderse con la realidad.


La travesía dio su comienzo a horas intempestivas, como no podia ser de otra manera. Mediadas las 6 de la mañana, el Sr. Rosa, el Sr. Blanco y un servidor nos encontramos en la estación. Una vez en el tren, y durante todo el camino de ida, como viene siendo habitual, discutimos sobre Schopenhauer mientras jugabamos al backgammon. Además, estuvimos indagando en el interior de nuestras mentes mientras tomábamos posiciones cómodas y analizábamos nuestras ideas más profunundas y latentes.

A la salida del tren, nos recibió Xavi (no, no el del Barça. Dijo que a madridistas no los guiaba), un colaborador habitual del Sr. Rosa. Fue un guía estupendo (desde aqui le mandamos un saludo, si por error le da por meterse aquí), y pudimos conocer los lugares más emblemáticos de la ciudad, como el McDonalds de diseño, o las "perruquerias".

Turno para la primera conclusión: en Barcelona es todo muy grande.

El primero que haga un chiste sobre pollas, se lleva un Grammy. Vamos, se que lo estais deseando.

Tras pasar el día vagando por ahí, y descubriendo que los mercaderes han vuelto a ocupar el templo, nos ataviamos con elegantes camisetas (comentario patrocinado por My Little T-Shirt) y nos pusimos en marcha hacia el concierto de los monitos del ártico.

Antes, nos encontramos con otro antiguo amigo del Sr. Rosa. En serio, no sé si este señor va sembrando amistades por el mundo, o es que paga a personas para que hagan como que le conocen.

En un principio, el camino situado entre las dos grandes torres hacia el Monte del Destino estaba obstruido por un pequeño hombre de chaleco amarillo y casco rojo, el cual nos obligó a tomar un desvío por la ladera hacia nuestro objetivo cuando se unió al grupo un nuevo miembro denominado "Chica de Barcelona" (Sí, muy imaginativo), para algunos, sexualmente agradable.

Emprendimos nuestro viaje hacia la cumbre, en autobús, que hay que ser un imbécil Hobbit como para hacerlo andando y encima, haciendo peregrinación con los pies descalzos... mejor dicho, hay que ser un GILIPOLLAS.

Volviendo a este plano de existencia, el concierto fué brutal. La espera se hizo larga, pero mereció la pena: los monitos del ártico cumplieron con creces.

En el regreso, el Sr. Blanco demostró sus dotes de orientación, guiandonos entre la salvaje espesura de Montjuic. Un más que digno sustituto para Bear Grylls. Conseguimos llegar sanos y salvos hasta el hotel, aunque fuese preguntandole a un Mosso d'Esquadra más largo que las clases de Lengua. Allí pasó algo... que ahora mismo no recuerdo bien... bah, dejemoslo.

Por la mañana, durante el desayuno, llegamos a la segunda conclusión: El bacon de Barcelona tiene hueso. Y el Sr. Blanco nunca se cansa de ello, por cierto.

Y a grandes rasgos, eso fue todo. Bueno, creo que durante el tren de vuelta detuvimos un ataque ninja sobre el tren. Creo. O no.

Post escrito en colaboración con el Sr. Blanco y el Sr. Rosa. Suena tópico, pero tenemos que repetirlo.

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