sábado, 21 de noviembre de 2009

Vida absurda

Hora: No tengo ni zorra (jojojo, como las de la izquierda). Fue hace un par de años.

Lugar: Un videoclub cualquiera.

Cantidad de gente: Poca.

Tiempo: Mar marejadilla.

Hace tiempo, servidor, el Sr. Rosa, trabajaba en un videoclub. Uno de esos con estanterías con polvo, dvd´s de Chuck Norris y Steven Seagal y con clientela de lo más selecta. Y precisamente la clientela motiva esta anécdota, la cual pasaré a contar en primera persona.


Encontrábame yo tras el mostrador, viendo los nombres de la lista de morosos del ordenador e intentando ver si conocía a alguien para, llegada la ocasión, no dejarle ni para el autobús. Mi compañera mientras colocaba unas películas. Creo recordar que los títulos eran: "Si yo no soy Curro Jimenez, qué hago yo con éste trabuco", "¿Examen oral? Está chupado", "Mi abuela es una puta", "El perro, el mejor amigo de la mujer" y "Clifford" (una sobre un perrito rojo, creo).

Tras comprobar que ningún miembro de mi familia debía dinero en el videoclub y de que podría andar con la cabeza bien alta, se hizo un silencio en el vidoeoclub. De alguna parte de la nada salió una corriente de aire frio, las luces de las bombillas parpadearon. Fue solo una décima de segundo, durante la cual la puerta se había abierto y había entrado un curioso ser. Anciano, pero lúcido. Bien vestido, con traje azul marino de pana, camisa blanca y zapatos negros. Prácticamente calvo y con el rostro cubierto de arrugas. Tenía una sonrisa campechana en su rostro, lo cual entreveía que fuera un hombre inocente.

Se dirigió hacia el mostrador, y me ofreció la mejor de sus sonrisas. Yo, en mi infinito poder deductivo, pensé "Este señor quiere una película de Manolo Escobar o de Joselito, para poder verla tiernamente con sus nietos". Manteniendo esa sonrisa, vocalizó unas palabras que tardaron en llegar más de lo normal desde mi oído a mi cerebro. En ese lapso de tiempo, mi compañera abrio la boca y los ojos hasta llegar al límite, un búho cazó a un ratón escondido, el sol salió por alguna ladera de alguna montaña del mundo y alguien se enamoró. Yo alcancé a oír lo que este hombre me pedía.

-Disculpe... ¿tiene usted películas de Lucía Lapiedra?

-...¿disculpe?
-Sí, que si dispone usted de películas de Lucía Lapiedra.

Tras despollarme por dentro, alcanzo a decir: -Pues, la verdad, no lo sé. Vaya usted a aquel rincón que es donde están todas las películas... de ese estilo, y compruébelo.

-Muchísimas gracias.

Y con las mismas, se fue aquel buen hombre a comprobar minuciosamente las carátulas. Con gran cara de asombro y fascinación. Yo, aquella noche pude dormir bien, pensando en que había ayudado a un buen hombre.

8 comentarios:

  1. Jajaja genial la entrada!!
    En mi experiencia como videoclubera (osease dependienta de videoclub xD ) diré que en parte eso es lo menos que te puede pasar! lo peor es que venga un individuo, con pinta de hombrecillo simpático, justificándote porque ve esas películas y encima preguntando directamente, bueno que digo preguntando! afirmando con absoluta certeza que tu también las ves! y luego te mire con cara de viciosillo... y mientras piensas por dentro:" ¿Por que yo?? ¿Por queeee?" y ya no vuelves a fiarte de ningún hombrecillo simpático xD

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  2. Tengo un amigo que definió nuestro oficio como "el acrecentador de misantropía" xD

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  3. A tomar por culo, vosotros y vuestras conversaciones de videocluberos/excluyentes. xD

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  4. No sé... pero las fotos molan

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  5. tia estas mazo de buena pero como eres una puta no vales nada

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  6. jo que anécdota tan chula,
    Además has echado una buena parrafada para tres frases que intercambiásteis. Que emoción. Estoy que me meo encima.
    Debiste tardar mucho en escribirlo. Se ve tan... bien escrito.

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